Valerse de las emociones con inteligencia conduce al buen vivir, ¡aprovéchalas!
Lidiar con las emociones es una ocurrencia que se presenta nos guste o no, lo queramos o no, es sencillamente parte de la vida. Es decir, todos los santos días sentimos, consciente o inconscientemente, reaccionamos y en el mejor de los casos actuamos con actitud respetuosa y resolutiva, tanto hacia nosotros como hacia los demás. A partir de mi experiencia personal hoy quiero esbozar este profundo tema con el deseo más sincero de aportar algo que despierte en ti el deseo de prestarle más atención a esta “inevitable realidad” con el fin de desarrollar habilidades, incorporar hábitos sanos y útiles para que las emociones sean en lo más posible tus amigas, tu colaboradoras.
La vida trae consigo constantes cambio, los cambios producen emociones. Al enfrentarlos con madurez (respeto y el deseo de resolver) los cambios nos benefician, y terminan siendo un detonante de soluciones y de acciones beneficiosas. En ciertas épocas o ciclos de vida explotan y nos ayuda a reinventarnos. Ya tengo varios de esos procesos en mi haber y en mi vida empezaron de joven, cuando primero tuve que salir de Buenos Aires rumbo a Uruguay, me fui en lágrimas y a los 4, 5 años regresé en lágrimas. No por eso son malas emociones, pero sin duda me presentaron retos y un proceso de maduración que me marcaron. Hoy doy gracias a Dios por cada proceso de reinvención porque me han hecho mucha falta “y así será… la vida cambia y cambiará.” (¿Lo reconocen?) El tema de reinventarnos es otro que seguiré abordando más y más.
Tuve el privilegio de entablar una reciente amistad con un compatriota (Arg) o “paisano” (Mex) en Phoenix, Arizona, dónde coincidimos en una fenomenal experiencia de vida y de crecimiento empresarial en un evento de tres días. Como buenos argentinos y porque congeniamos muy bien desde el principio, no nos despegamos, y vivimos experiencias inolvidables, aprendizaje, compartimos experiencias del corazón y la vida, música—muy buena música en el Crescent de Phoenix (recomendable lugar), y entre las muchas cosas que nos contamos, en una conversación en el bar del lobby (mientras escuchábamos a unos guitarreando con toda el alma), me comentó: “la clave es reinventarse, che” después de que le contaba uno de mis retos que enfrento día a día en esta época de mi vida en lo personal. Cuan cierto. Y por eso vamos a hablar más del tema. ¿Vale?
Estoy en contacto regular con la industria restaurantera, una industria linda y muy exigente. Me comentaba ayer mismo un director de un local en el que canto regularmente que está considerando abrirse para poder disfrutar más de su hija de año y medio. Ése es un típico cambio que trae la vida y que requiere reinventarse, pasar de ser empleado a emprendedor de una empresa propia. Viene al tema, y me pareció muy digno de mención y admiración. Una respuesta madura, creativa y pro-activa (no reactiva o destructiva), a circunstancias que ya identificó en su vida como NO ideales. Bien me podría haber desahogado sus frustraciones, pero me compartió más bien una solución que está considerando con optimismo. ¡Qué bien!.
Por cierto, R. mi nuevo gran amigo, es digno de mención porque en los últimos años actuó y tomó medidas en favor de más satisfacción personal. Dejó el mundo corporativo, lo cual requiere valentía y decisión, y emprendió empresas nuevas y con éxito, aunque no por eso sin sacrificios económicos y de otro tipo. Claro, siguiendo su corazón, no puede esperar nada menos que éxito. ¡Bravo por él! Ambos en pos de una vida equilibrada. El tema principal de mi oferta al mundo.
“Sé un profesional exitoso y un ser extraordinario.”
Y ahora a la propuesta que les hago hoy es aprovechar todas las emociones, muchas de las cuales, repito, llegan nos guste o no. Utilizarlas para bien, para fortalecernos, incluso para crear. Por supuesto que sí.
En mi caso, como músico y compositor, casi todas mis canciones, por no decir todas, han sido resultado de una emoción desde liviana hasta muy intensa y profunda, a veces alegre, a veces triste. No todos son músicos y compositores, pero desde luego que todos pueden hacer de la vida una hermosa canción, de la manera que mejor lo puedan expresar, y de eso se trata esta propuesta.
Aprender a aprovechar las emociones es un ejercicio que vale mucho la pena realizar y convertirlo en un hábito. Y también vale la pena entender que no es algo que naturalmente hacemos. Los beneficios son innumerables: menos frustración (enojo), menos ansiedad descontrolada (no dormir del todo bien, preocuparse desmedidamente), mejores relaciones, mayor productividad, salud, bienestar, plenitud. Créanme, la falta de ejercitarlo lo suficiente aún con los muchos recursos con los que contaba, me trajo muchos sinsabores MUY evitables. Esto fortaleció mi misión: contribuir a mi propio bienestar y al bienestar de los demás a través de lo que hago cada día. Eso me da la energía y la dicha de vivir cuando despierto cada mañana. Es mi más reciente reinvención.
Veamos, de cada uno depende cómo catalogamos las emociones. Utilicemos como trampolín esta cita relevante:
“Cuando uno comprende la señal de todas las emociones deja de percibirlas como negativas”
Norberto Levy
Es decir, aprovechar todas las emociones es el camino al bienestar, al mejor vivir, a disfrutar de verdadera calidad de vida emocional, pase lo que pase. ¿Es cierto que todas las emociones me sirven? Depende de dos factores:
1. Cómo las procesamos.
2. Cómo reaccionamos ante ellas.
Y estos son los elementos que podemos “controlar”. Si incorporamos el concepto conscientemente de que las emociones son una señal, un llamado a la acción, que nos dicen que debemos hacer algo, nos estamos haciendo un gran favor. Lo que NO queremos es dejarlas pasar cuando aparentemente no nos están afectando mucho, o reaccionar impulsivamente de manera destructiva.
Tomemos como ejemplo la frustración y el enojo de forma combinada como dos emociones hermanas, por así decirlo.
A primera vista no son agradables, son incluso emociones dolorosas, pero eso no quiere decir que sean negativas, si las vemos metafóricamente hablando, como la luz roja del tablero de un auto que indica que estamos bajos de gasolina. No es una señal grata, sobre todo si estoy en la carretera y no sé cuánto falta para la próxima gasolinera, sin embargo es necesaria y útil porque me permite tomar las medidas para resolver el problema.*
La intención es tomar conciencia de que procesar debidamente y reaccionar bien ante las emociones—sobre todo las que tendemos a catalogar de negativas—es una habilidad que podemos desarrollar y un hábito que podemos adquirir, y DEBEMOS. A partir de las emociones decidimos, y a partir de nuestras decisiones actuamos, y cómo actuamos determina la calidad de nuestra experiencia. Como consecuencia de este proceso experimentamos placer o dolor. RECUERDEN: todas nuestras decisiones las tomamos en pos de sentir placer y alejarnos del dolor. En esto hay que profundizar más, pero por ahora lo dejo ahí.
En este breve esbozo sobre este amplio tema de las emociones, es importante entender y reconocer que las emociones acumuladas y no resueltas, a mediano y largo plazo, son muy nocivas y nos vienen a tocar a la puerta tarde o temprano, cual recaudador de impuestos indeseable. ¡Evítalo! Se puede hacer algo al respecto para prevenir antes de tener que curar o lamentar.
Y también, cotidianamente en casa, en el trabajo, en la calle, cuando vamos en el auto, cuando viajamos, cuando salimos de compras, a comer con amigos o seres queridos, en una fiesta, etc. Por supuesto, que vale la pena desarrollar esta habilidad y por qué no dominarla. Al fin de cuentas es para puro beneficio y los primeros en beneficiarnos somos nosotros mismos. Y a partir de nuestro beneficio personal, nuestros seres queridos se benefician, y nuestra productividad profesional aumenta.
En términos generales, la habilidad a desarrollar es tomar las medidas más constructivas y resolutivas posibles ante las emociones que de no hacerlo, pueden destruirte. Suena dramático, pero no deja de ser cierto. Las emociones mal manejadas, y ante las cuales reaccionamos mal, destruyen y nosotros somos los responsables si lo permitimos. Todo tiene remedio, pero prefiero vivir el lema “más vale prevenir que lamentar”.
Los recursos más importantes son:
a) Frustrarse adecuadamente. Esta capacidad es algo fundamental, y sin embargo la gran mayoría de nosotros ni hemos aprendido, ni se nos ha enseñado qué hacer con la energía de la frustración o enojo. Por lo tanto, cuando nos frustrarnos solemos producir más problemas que soluciones, más heridas que reencuentros.
¿Qué es entonces enojarse adecuadamente? Primero comprender que el enojo es una cuota mayor de energía que disponemos durante un tiempo y cuya función esencial es darnos más fuerza para resolver el problema que nos enoja. Pongamos un sencillo ejemplo para hacerlo más claro. Un amigo me ha prometido que me traerá un libro que le he prestado y que ahora necesito. Cuando llega me dice que se lo olvidó. Yo me enojo. Mi enojo puede tomar dos grandes direcciones: o fortalece mi propósito de recuperar el libro o castiga y destruye a mi amigo por haberse olvidado.
b) Reconocer y expresar el dolor. La primera reacción ante la frustración es de dolor. Por la decepción, la pérdida, la desilusión. Sentir y comunicar el dolor suele estar asociado a debilidad. Por lo tanto si uno mismo y el otro no están fortalecidos en lo que a relaciones se refiere, se produce un rápido viraje hacia el enojo. Entonces el otro deja de ser amigo y se convierte en adversario o enemigo. Ante el enemigo no se siente dolor ni se lo muestra y el enojo además contribuye a anestesiarlo. Éste es el círculo vicioso que va alejando cada vez más la percepción del dolor. Una de las tareas que tenemos los seres humanos es aprender a legitimar el dolor y reconocer que no es digno de debilidad sino de vulnerabilidad inherente a nuestra condición de seres sensibles, lo cual es muy distinto.
Nuestra fuerza y dignidad no residen en no sentir el dolor sino en cómo lo sentimos y expresamos. Sentir el dolor con dignidad. Esa es una hermosa actitud que merece nuestra reflexión y nuestro aprendizaje. Poder decir: “Me duele muchísimo tu respuesta…” y sentirlo y estar ahí… más allá de cualquier otra consideración acerca de por qué el otro hizo lo que hizo o dijo lo que dijo.
Transitar esta franja de dolor permite también acercarse mejor a la calidad del enojo que resuelve, y por lo tanto se puede expresar más fácilmente. Éste es un verdadero círculo virtuoso, porque en la medida en que uno se autoafirma con claridad en un enojo resolutivo se siente más seguro y puede comunicar mejor su dolor sin el temor a sentirse humillado por eso.
Insisto, esto es tan solo un esbozo para reflexionar e identificar este tema en nuestras propias vidas. El desarrollo de las habilidades mencionadas hasta dominarlas, adquirir nuevos hábitos en favor del bienestar físico, mental, interno, laboral, y el proceso de una curación interna cuando tenemos temas por resolver requiere tiempo, que bien vale la pena invertir.
Una vez más, te extiendo la mano y el corazón. Evitemos lo evitable y remediemos juntos lo remediable—todo, menos el hacer a un lado las cosas, no darles importancia porque “la cosa no está tan mal”.
Trato este y otros temas a profundidad en diferentes programas. Te ofrezco una sesión gratuita virtual dónde sea que te encuentres. Iniciemos una conversación para que aclares tu visión y tu propósito, identifiques obstáculos que puedan estar en el camino, y co-creemos un plan estratégico y una dirección hacia el bienestar, el éxito y la vida de tus sueños, con equilibrio y plenitud.
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PROHIBIDO: Darse por vencido y tirar la toalla si la cosa se puso difícil, o ni siquiera hacer el intento porque no sabes ni por dónde empezar.
Con todo el amor de mi corazón y por una vida de amor, y propósito para la que fuimos creados y por la que estamos aquí. ¡¡DALE!!